El viento es el aliento del mundo
empujándonos,
corriéndonos de donde estamos sin
que nadie nos haya invitado.
Somos malos extranjeros
descuidados, egoístas foraños,
saqueadores, conquistadores,
depredadores.
El aullido perdido de un engendro
de dios;
la gota mala, contaminante, que
rompe la paz donde mancha;
la peste renovable; el
remordimiento del insano;
la jauría carroñera que todo lo muele;
la némesis que todo orina, marca y
posee;
los parias territoriales desmemoriados;
la aniquilación de la naturaleza
y el orden;
Los seres vivos del fascismo
genético.
La sal en el mar es la alergia que
se lava el mundo por vomitarnos día a día.
Colonizamos mentes y cuerpos,
pensamientos en forma fálica
penetrando cráneos ingenuos, lenguas que chorrean veneno
metiéndose entre tus piernas, desprotegido tu nicho por dios;
somos el apocalipsis disfrazado de
salvación,
el miedo bajo el ropaje de un superhéroe.
Somos humanos y no nos gusta la
competencia.
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